domingo, 8 de noviembre de 2009

Habitación 204

El Recuerdo
Abrí los ojos. Me dolía la cabeza. La humedad del techo y el olor a moho daban un aire grotesco al lugar. Reconocí el sitio con dificultad. Hotel California - ¡Qué irónico! – sólo que este está al lado de una avenida principal dentro de un pueblo. Me recordó por unos segundos aquella vieja canción.

Traté de incorporarme lentamente para no sentir el mareo causado por la botella de Whisky, pero fue inútil; las cuatro paredes que daban forma al sucio cuarto giraron en torno a mi cabeza y se desdibujaron. Tuve que sentarme de nuevo… ¿cómo terminé aquí?

- Joven ambicioso, buenos promedios, una capacidad intelectual deslumbrante - Dígame señor, ¿por qué quiere trabajar en este tipo de periódico?, ¿por qué no buscar algo más acorde a sus capacidades? – Dice el dueño del periódico.
- ¡No lo sé! - digo mirando por la ventana. Claro que lo sé, persigo una historia, una vieja historia, que ahora se desarrolla frente a mí, me toca directamente. La he perseguido durante mucho tiempo.
- Bueno, ahora sólo tengo la columna de política, creo que vendría bien con su perfil ¿qué le parece?
- Está bien para mí.
- ¿Cuándo puede comenzar?
- Mañana, si le parece bien.
- De acuerdo, lo espero entonces para el primer turno de la mañana.

La obsesión de una noticia me había llevado hasta allí. Tenía un buen trabajo, un excelente salario, pude haber sido editor en jefe, tal vez director, pero terminé cayendo en los excesos de mi imaginación.

Ahora sólo escribo columnas amarillistas de política sobre izquierda y derecha, que en realidad no me importan. Crítico algunas gestiones del alcalde local, pongo en aprietos a la administración y a veces salpico a altos mandos con escándalos de interés presupuestal.

Desde allí sigo tu historia, me mantengo al tanto de lo que sucede contigo y en ocasiones recuerdo la mañana que entraste en mi oficina, en mi vida, sobre mi escritorio, tu cuerpo, la tez blanquecina de tu piel, las finas líneas que moldeaban tu figura, la mañana que vi por primera vez tus fotos ¿ahora te parece divertido? ¡Apuesto qué sí!

La Cita

"Quiero verte, te espero en el Hotel California. Once en punto. Hay una habitación a nombre tuyo. "

Papel color rosa, muy tuyo. Miro el reloj. Diez treinta, salgo corriendo. ¡Taxi! ¡Al Hotel California por favor, dese prisa!


Hotel California
Once menos cuarto.-¡¡¡Quédese con el cambio!!!- Desciendo del auto, entro y me dirijo al mostrador. Las manos me tiemblan, creo que sudo ¿Estoy nervioso acaso? Camino de un lado para otro mirando derredor, hasta que me decido a preguntar, le digo mi nombre al Maitre. El minúsculo sujeto me mira sin decir una sóla palabra y me entrega la llave, una placa verde de acrílico pende de ella, marcada con el número doscientos cuatro.

- ¡Gracias!-

Subo por las únicas escalas que hay hacía el segundo piso, mis pies van al compás del movimiento de las manecillas, cuento los pasos, los sincronizo con mi respiración, mientras el segundero da la hora: Once en punto.

Parado frente a la puerta mi mano tiembla, con esta llave terminará por fin la historia. Le pongo en posición horizontal y con los dientes hacia arriba la introduzco lentamente en el orificio, un suave giro y suena el seguro. Esta abierto.

Un leve empujón mientras retiro la llave. El panorama se va mostrando a mis ojos a medida que esta forma su arco al abrirse y mi corazón bombea más rápido y mi respiración aumenta de ritmo. Al final del arco, las paredes sucias y frías con la pintura desgastada y la ausencia absoluta de ti, son lo único presente y real en esa habitación.

La Espera
Tengo una extraña sensación de angustia y desazón, camino lento casi arrastrando los pies, de un lado para otro. Tomo la botella de la mesa y comienzo a beberla. Me hundo en los recuerdos. Doce y quince, más de media noche, los minutos se suman y mi tensión no se resta. ¿Es así como termina? Me da vueltas la cabeza, tantas preguntas. Enfurezco – ¡Sigues jugando conmigo!– Sentado en la cama, me desvisto despacio, el nivel de alcohol en mi cabeza y los recuerdos de las noches contigo hacen sus efectos en mí.

En mi mente veo tus pies blancos, suaves, tibios. Acaricio tus tobillos y los beso, acerco mi mejilla para rozarla contra ellos, mis manos buscan tus pantorrillas y como un vaivén suben y bajan deslizándose en ellas. Mis labios aman tus rodillas. Mis dedos recorren tus muslos. Mi boca se enloquece en tu pelvis y se pierde en tu vagina. En tus caderas contraídas.

Tu piel me sabe a miel, como si tus tersos senos la emanaran para mí. Y como serpientes en la selva las lenguas azotan las inocentes bocas provocándome una caída inminente en ti, en tu cuerpo. Lamo cada parte tuya como si fueras un manjar, entro y salgo, dejo que la humedad de tu bajo vientre me refresque el alma y cuando no aguanto más, estallo en deseo. Exhausto con el ritmo cardíaco acelerado y la respiración cortada, después de dos horas aún te espero, ¿dónde estás? no llegarás.

La Foto
Me visto de manera inconsciente mientras recuerdo cómo llegué allí. Dejé todo por seguirte, por hallarte. Mi decepción y fracaso no son más grandes que mi frustración y mi aspecto deprimente, y el tufo a licor y tabaco rancio en mi piel. Tomo lo único que me queda de ti, mi billetera y la llave del cuarto.

De pie frente a la puerta doy un último vistazo y salgo apretando la placa verde de acrílico con mi mano, el metal que pende de esta se mece con cada paso que doy. Al descender las escalas el hombre minúsculo espera en el mostrador.

Nuevamente, nuestras manos se encuentran de común acuerdo con el mismo objeto de por medio, esta vez para quedar del lado de mi mudo interlocutor al cual le doy las gracias antes de dirigirme a la puerta.

Ya afuera, camino por la sombra tratando de evitar el sol fuerte de las diez, pero da igual, me duele la cabeza y no soporto la luz del día naciente. Un conductor de un carro me grita algo que no entiendo, tal vez un insulto por atravesarme sin mirar el semáforo -¿Cuánto tarda para cambiar este maldito aparato?

Parado ahí veo los transeúntes, pobre tipo ciego, no sabe que se pierde de ver el espectáculo que es tu cuerpo. Un hombre ejecutivo al parecer de alto rango con una rubia sexy de falda corta, seguro es su secretaria o tal vez es su amante, por la manera descarada en que la mira ¿Se la tirará en el baño? ¿De qué color será su lencería? ¿Será que ella tiene tus depravaciones? tal vez sólo estoy especulando como lo hago contigo.

Un resplandor me distrae de mis pensamientos - ¡Cuidado! - Logro agarrar en el aire el objeto antes que choque contra el suelo - ¡tenga! - Le entrego la foto rozando su mano, se siente tibia. Ella me mira y me da las gracias pero, no presto atención, yo sólo pienso en ti, después de un momento me la ofrece, sonríe y cruza rápidamente la calle, el contador del semáforo da sus últimos cinco segundos. La veo caminar hasta entrar a la terminal - ¡Maldición!- no alcanzo a cruzar.

Miro la foto. De mis manos cae todo lo que me acompaña. Tus fotos, se esparcen por el suelo como un rompecabezas para armar de tu cuerpo desnudo. Veo tu rostro en la única imagen sostenida por mi mano, la que segundos antes casi choca contra el suelo, y sobre los labios, escrito con rojo “Antonia”.

8 de noviembre de 2009

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