Sus ojos tardaron un poco en adaptarse al cambio de luz; donde comenzaba el camino casi hasta la mitad del recorrido, era oscuro. Sólo se distinguían algunas formas de árboles, tal vez maderos de la cerca que se desplegaba a lo largo de este.
Había avanzado pocos metros, estaba unos pasos delante de él cuando le tomó por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. Dio la vuelta para ver su cara y le besó fuerte, sintió la respiración en la cara. Sus manos se dejaron ir por el torso hasta abrir la chaqueta y la camisa, en los pezones podía sentir el frío de la noche y el calor de su boca.
Parados ahí, zafó el botón de su pantalón y lo bajó hasta las rodillas; le tomó las manos y las puso sobre el pene, estaba duro y húmedo. No podía verle la cara mientras lo tocaba… pero, podía sentir su respiración agitada. Sin más preámbulos la volteó, y bajo el pantalón y apoyándose en un madero de la cerca en posición animal, la penetró. Lo dejó que entrara y saliera a su antojo y a sus ganas.
Se agachó para besarle la vagina, metió los dedos suavemente, los sentía apretados. La besó un poco más y se puso de pie; esta vez la penetró en ‘cuatro’ aun más rápido y fuerte, como si quisiera meter todo su cuerpo en ella. Una oleada de calor los inundó y soltaron suaves gemidos, mientras eyaculaba en su espalda desnuda y fría.
Acomodaron sus ropas y continuaron el camino en silencio, al llegar a la casa, sentados en el corredor con un poco más de luz que en el sendero; volvió a masturbarse. Fue rápido, sintió venir el estremecimiento que pasó por la columna vertebral y se posó en su pelvis, mordió el puño para no gritar, tembló un poco y se dejó caer sobre el piso frío con la respiración cortada por la agitación del orgasmo.
Entraron en la casa. Una brizna leve acompañó la noche fría.
Despertó temprano. Olía a café, la cama estaba vacía y el lugar donde él había dormido estaba frío, quizás se había levantado rato antes. Se dirigió a la cocina, esperaba encontrarle allí. Sólo estaba la cafetera sobre la estufa a fuego lento.
Escuchó el agua caer en la ducha y se dirigió a ella. Ahí estaba él, podía verlo a través del vidrio opaco por el vapor. No se percató de su presencia hasta unos segundos después, abrió la puerta de la ducha y la tomó de la mano para que entrara, dejó que el agua cayera por sobre ella.
Besó su cuello. Pasó su mano por la espalda bajándola hasta las caderas y la llevo entre las piernas, las abrió y acarició suavemente, hundió sus dedos en ella. Con la otra mano tocaba los senos y jugaba con los pezones duros.
Deslizó su miembro por las caderas para penetrarle. Un suave gemido salió de sus labios mientras él hábilmente entraba y salía de ella. Se apoyó en la pared doblando un poco el cuerpo como la noche anterior, quería más, quería volver a sentir como si entrara en ella, que entrara en su boca, en sus manos, en todo el cuerpo.
La giró hacía él y otra vez de rodillas, tomó el pene entre sus manos y lo besó. Su lengua lo rodeaba y hacía surcos mientras las manos jugaban con el resto. La tomó del cabello, gemía, yendo y viniendo una y otra vez. Entonces, se estremeció y llenó del semen tibio aquella cavidad caliente y se quedó unos segundos estático.
La puso de pie para lamerla, besó los senos, su lengua jugaba con los pezones, daba suaves mordidas, los dedos jugueteaban de nuevo en su vagina, y luego de unos minutos su pene nuevamente entraba. Siguió mordiendo suavemente y lamiendo, ella acariciaba su clítoris, él entrando fuertemente... un grito suave escapó de su boca...tenía los músculos contraídos, el cuerpo le temblaba y la humedad le corría por las piernas. Lo sintió casi llegar al pecho... no era amor, era el orgasmo que le aceleraba el cuerpo.
Terminaron la ducha, al salir tomaron café en silencio. Dejó su taza y fue a vestirse rápidamente; el trabajo la esperaba, era lunes en la mañana, todo un caos llegar desde las afueras hasta la ciudad.
Al llegar a la puerta se detuvo y miró hacia él –“¿puedes apagar el café cuando salgas?”- asintió con una sonrisa sin decir nada más y continuó vistiéndose. Lo miró unos segundos –“¡ah!, por cierto, me llamo Isabelle, ¿y tú?”.
30 de Junio de 2008
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